PALACIO MUNICIPAL

Al municipio de Apía como a todos los municipios de la colonización antioqueña, el progreso llegó en cabalgaduras de jumentos conducidas a través de las trochas por los arrieros habilidosos, que traían desde Santa Ana de los Caballeros, hoy Anserma, a donde llegaban mercancías preciosas, telas de damascos, vajillas europeas, imágenes religiosas quiteñas algunas y otras tantas sólo de tiza, polvos de arroz y otros maquillajes para las señoras, peines de nácar, cartas y todo tipo de encomiendas. Esta resulta ser la razón más importante por la cual esta visita a nuestro palacio de gobierno, debe iniciarse en la esquina de la carrera 9° con la calle 11, ya que con esa orientación descendían las recuas trayendo el progreso; y con el progreso muchos saberes hasta en la técnica constructiva en Antioquia, solucionando así las necesidades habitacionales en la Villa.

Remontémonos a 1871 cuando los colonizadores José María Marín y Julián Ortiz recién llegados a las tierras que ocuparan la tribu de los apías, levantan un rancho de “vara en tierra”, que posteriormente con la llegada de sus núcleos familiares y de nuevos colonos tomara el nombre de “villa de las cáscaras” ya que aún carentes de horno que permitiera la preparación de tejas, las cubiertas de los nacientes ranchos se lograba con cáscaras de cedros y nogales, árboles muy abundantes en esta región, también rica en aguas cantarinas. Esta próspera comarca lista para su fundación adquiere vida administrativa en 1883, dándole al caserío el nombre de San Antonio de Apía y con ese título honroso y patrono tutelar avanza en su tipología constructiva refinando las formas, por lo que se levantarán las primeras casas de arquitectura antioqueña con cubiertas en tejas de barro, una arquitectura sostenible que tuvo que resolverse con materiales locales dada la gran dificultad de comunicaciones para importar. Debe destacarse que se daba uso al barro y a la madera principalmente y en el momento de hornear y acabar refinando las formas para embellecer, se daba uso también al material orgánico de cientos de caballares y mulares con blanqueamientos en cal.

Aventurándonos entonces en este preámbulo sobre el devenir constructivo en Apía, señalemos para el Palacio Municipal algunas características sobre su tipología y su tradición, cuando el reverendo Presbítero Agustín Corrales lo entregara definitivamente al municipio, para que en esta planta física tuviera sede la Alcaldía Municipal.

Esta enorme casa con ingreso principal sobre la carrera novena, marcada con el 9 – 12, tiene tipología de claustro central en O, ubicando todos sus espacios en torno al gran patio, la disposición espacial la logró en galería, donde se yuxtaponen unos cuartos a otros; para levantar los muros en el primer nivel, se recurrió a la tierra, el material orgánico y la cal en robustas tapias que dan soporte a la planta superior. En la planta superior en cambio para aligerar los pesos, los muros pasaron a ser levantados en la técnica constructiva del bahareque, un sistema que entretejía maderos y guaduas para “embutirlos” con barro, a los que posteriormente se les “empañetaba” con el estiércol de los caballares y mulares y una vez secos se les acababa con blanco de cal. En ambas plantas la aireación y la iluminación la garantizaban las amplias puerta ventanas con diversos vanos y postigos, todo de hechura en madera sin salidas sobre el paramento. En esa época como ahora, el color generaba sensaciones y emociones que influyen en la percepción y la manera de interpretar y concebir el espacio arquitectónico y nos transporta más allá de la función de embellecer o refinar la forma, razón por la cual la tabla cromática para la época no paso de los colores suaves y muy tímidos como el verde, el abano, el gris, el azul claro, o incluso la ausencia de color reposando así la vista con impresiones de texturas en madera a las que nunca se les había cromado en tono ninguno. Al hablar de los usos del edificio debe mencionarse que no toda la casa ha contado siempre con el funcionamiento exclusivo del palacio de gobierno, ya que hasta unos tres lustros antes de la celebración del centenario del municipio, este espacio era compartido con la cárcel municipal. La planta superior tenía ingreso sobre la pendiente de la calle Sodoma y la cárcel sobre la carrera novena frente al templo. Los pasillos de la Alcaldía tuvieron como canceles la tabla parada para impedir el contacto visual al patio de presos, donde solían tomar sus baños de sol y sus baños de agua en una fuente que estuvo ubicada hasta la remodelación de la casa en el centro del patio, motivada como iniciativa de regalo para los apianos en la celebración del centenario.

Muchos fueron los inquietos para darle iniciativa a la idea loca al inicio de embellecer esta casa, contados entre varios está el señor Libardo Hincapié, hoy residente en la ciudad de New York y quien me ha compartido de manera extensa sus memorias y quien tuvo la responsabilidad de dirigir la mayor parte de toda esta bella hechura hasta obtener configuración de arquitectura virreinal o colonial española; una vez cruzamos el dintel con venera levantado entre dos columnas robustas y coronadas con abanicos, llegamos al gran patio donde actualmente el primer mandatario preside la mayoría de los actos oficiales que implican protocolos de estado. Ubicados en el centro de este claustro o patio de armas donde en otrora estuvo la fuente, al pasar la vista en 360 grados nos hallamos en medio de un escenario de columnas robustas y muy elaboradas en ambas plantas, unidas con balastras cómodas al reposar los brazos, entramadas con decenas de columnas pequeñas, pero igualmente torneadas que desplazaron las antiguas macanas de las chambranas. Debe admirarse y aplaudirse igualmente el extensivo trabajo de la madera en cada una de las grandes puertas y los calados de las ventanas, cuyos bastidores y hojas fueron trabajadas en unidades de una sola pieza y terminadas en densidades en bajos relieves, llegando a las figuras rectilíneas y rectangulares que hoy se ven.

Como en todas las casas erigidas en la colonización antioqueña, reservó para los pisos la madera en tabla burda que en la mayoría de los casos se vino puliendo con el proceso de limpieza, también en esta casa por los amplios pasillos avanzan en las noches al crujir de las tablas los protagonistas de historias inexplicables, que según versiones de algunos ríen con acento infantil y hasta tiran sus canicas o pelotas por las escaleras amplias que comunican los niveles. Si lo que rectificamos es la vista exterior, pues sin duda alguna detallaremos la caída a dos aguas que se mantiene en sus tejados y el rico trabajo artesanal de los balcones que ahora sí sobresalen del paramento, sostenidos por ménsulas y cubiertos por falsos cielos también de teja de barro y que le permiten un ornato único a esta bella edificación de hechura centenaria. Desde hace un lustro tal vez, la gobernación del departamento de Risaralda adoptó a través de un proyecto denominado “pueblos con encanto”, la colorimetría desenfadada en riqueza cromática llevada a todos los bienes de interés arquitectónico en los municipios.

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